Ni la larga espera para ingresar al estacionamiento, ni el precario sistema de acceso al lugar, ni tampoco el barro que convirtió la salida en una caminata lenta y pringosa, opacó el furibundo show de Blur en el Quilmes Rock 2013. Una hora y 37 minutos bastaron para apartar de la memoria a los recitales en el Luna Park, aquella visita de fin de siglo pertenece a una banda que empezaba a separarse y ni siquiera la emoción del debut en Argentina puede compararse con la imagen vencedora de Damon Albarn cubriendo cada centímetro del escenario con la elegancia, vitalidad y enorme talento para conducir himnos de un pasado cercano, pero que expuestos como una gran cadena de sensaciones resultan imbatibles. Blur tocó todo lo que se esperaba del repertorio más inconformista del brit-pop, esa categoría que siempre redujo y acotó a una banda con otras miras y una buena cantidad de canciones que atravesaron un momento de la historia del rock para convertirse en piezas clásicas. Atemporal y vigente, suena bien para ilustrar un regreso en donde cada show puede ser el último y el futuro guarda un pronóstico incierto.
Primero Richard Coleman, con un set corto y contundente, basado en las canciones de su nuevo disco (Incandescente) y luego la bonhomía infalible de Café Tacuba para contagiar buena vibra y repasar grandes éxitos ambientaron el enorme predio del ex Parque de la Ciudad, convertido hoy en metrópolis roquera aunque no pueda taparse una escenografía decadente, entre parque de diversiones abandonado y serie de ciencia ficción, sólo había que alzar la vista para contemplar la vieja Torre de Interama e imaginarse al Capitán Escarlata luchando contra los marcianos. Muy raro. Varias veces durante el show de Blur, el propio Albarn quedó con la mirada fija en esa espada invertida que parecía dominarlo todo. Por encima de esos detalles, bizarros e inconexos, la banda de Colchester impactó desde el vamos: la introducción cinematográfica "Theme from Retro" reveló el look stone, de Alex James -con un pañuelito al cuello y un cigarro en la boca-, la adorable imagen nerd de Graham Coxon, el paso de los años para Dave Rowntree, y el eterno estado de "baby face" de Damon Albarn, que ni con un diente de oro pierde puntos de galán. Primera impresión que termina con el grito del cantante: ""Are you ready?" y la secuencia electro-disco de "Girls & Boys" acomoda los recuerdos de todos como lo mejor que nos pasó en los noventa, bailando en el Titanic con la rutilante expresión del Cool Britannia en su etapa más hedonista ("El amor en los 90 es paranoico, en playas soleadas aprovechá tus oportunidades buscando"; ). "Popscene", un single perdido de 1992, el eslabón entre los inicios Madchester y la evolución hacia un pop más furioso, continúa la secuencia con Albarn accionando la sirena de un megáfono y Coxon cortando el ritmo desde su guitarra al mejor estilo Pete Townshend. Si Oasis tenía a Los Beatles como faro, Blur doblaba la apuesta con Los Who y Los Kinks en un cielo protector insuperable.
"There's No Other Way" indica cómo empezó todo, chicas, diversión y agilidad melódica para fabricar hits. El cuarteto se complementa con una sección coral y otra de vientos, sumado a un tecladista. El ritmo machacante de "Beetlebum" explica varias cuestiones sobre el poder Blur: un violero que muestra su gusto por el ruido y la deformidad y cómo esa intervención puede funcionar perfectamente con el lirismo de un barítono incorrecto. Acto seguido, "Out of Time" parece rescatar uno de los pocos temas que zafó del naufragio Think Tank, allí ya no estaba Coxon pero en la versión en vivo se adueña de la canción y le otorga un toque más valvular a un tema de raíces africanas. Damon sale airoso de su solo de guitarra acústica mientras su amigo de la infancia lo mira, se ríe, es esa tensión en donde nace lo mejor de la banda británica.
Todo sucede demasiado rápido y eso que las primeras canciones trabajan como antídotos frente al paso del tiempo. La primera ovación es para Graham con el clásico olé, olé, olé. Damon baila al ritmo de la gente. Parece estar a gusto. "Coffe & TV" extiende el momento Coxon mientras la cajita Milky camina por el campo VIP y hace las delicias de todos los que se quieren retratar con la estrella del video de la canción que buscaba al guitarrista desaparecido. El show va en crescendo: "Sólo quiero tomar un momento para celebrar la vida de un maravilloso songwriter que murió esta semana", dice el cantante en alusión a la terrible perdida de Lou Reed ocurrida hace una semana, suena el estribillo de "Satellite of Love" y Albarn mira a la gigantesca torre iluminada. Otra ovación y arrancan los acordes de "Tender", una chica desde el campo levanta un cartel que guarda el anhelo de cantar la canción con los Blur. Sube al escenario y sueño cumplido, atrás queda una auténtica "redemption song" para los crueles 90. Así de fácil y el resto es pura catarata de hits: la preciosa y sofisticada "To the End", la que dice "colapsados en amor", el hit de procedencia Kinks y "Country House" con Damon metido entre la gente a través del pasillo que divide el campo vip, falla el micrófono y el estribillo lo completa la multitud. No hay pausa, sube el actor y comediante Phil Daniels quien se adueña del escenario para interpretar la parte narrada de "Park Life" como lo viene haciendo a lo largo de la gira regreso: pase de comedia y rock orquestal para retratar el clásico de clásicos de Blur. Todo bien, pero en el final se esconden los mejores temas: la melancolía de fin de siglo nunca fue tan bien reflejada como "End Of a Century" o "This is a Low", esas canciones suenan vivas, y mucho más cuando la guitarra de Coxon interviene las melodías con nuevos arreglos mientras el cantante revela su carácter de de crooner callejero.
Todavía quedan los bises: un tema nuevo, "Under The Westway", con Damon al comando de un viejo y pequeño piano, el pucho en la boca indica cierta autoridad en una batalla más que ha ganado. Abajo aprueban con grititos y algunas lágrimas que muestran las pantallas. "For Tomorrow" y "The Universal" anticipan el choque final, "Song 2" es más punk que todo el rock británico actual y, sin embargo, tiene esa sustancia pop de estribillo sin idiomas. Blur mejoró el tiempo de la memoria, extraña cualidad que sólo algunos grupos manejan y postergan por un rato esa idea de ir tras la novedad.
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