jueves, 30 de mayo de 2013


En las imágenes se puede ver como un monje budista acaricia a un tigre como si fuera un gatito. El animal permanece tranquilo mientras el monje trata de transmitirle la tranquilidad con la que él asume su vida.

La gente, al conocer el templo, queda atónita de presenciar la relación que existe entre los monjes y los enormes felinos.

A partir de que en 1999 los monjes recibieron al primer cachorro, motivados por preservar la especie en peligro de extinción, decidieron albergarlos para después reproducirlos dentro del templo. Sin embargo, durante la última década, el proyecto tomó tanta fuerza que el lugar se ha convertido en un santuario y en uno de los principales puntos turísticos en Tailandia.

El templo, en repetidas ocasiones, ha sido criticado porque según grupos dedicados a la protección animal, los felinos están siendo explotados y comercializados de manera ilegal, y aunque los tigres nunca han atacado a ningún turista, muchas organizaciones insisten en que esta práctica es riesgosa, tanto para los animales como para las personas.

Hasta la fecha no ha habido ningún accidente

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