Muchas veces, se contaban cuentos sobre él. Los abuelos contaban a sus nietos como este hombre ya era viejo cuando ellos eran jóvenes. Nadie sabía con certeza su nombre, aunque todos lo saludaban cuando lo veían, siempre sentado, con un libro diferente en las manos.
Los narradores mas osados, comentaban que el hombre envejecía mas lento que la gente común. ¿Como? Magia, tal vez, un embrujo vudú, devoraba el alma de bebes. Nadie creía estas sandeces, pero es cierto que él siempre estaba.
La verdadera historia detrás de ese hombre eterno, se esconde tras los libros que posee, historias que jamas mueren, y por supuesto, una pizca de magia, como en todo cuento.
El hombre leía y leía, y por horas, semanas o días, se convertía es un viejo caballero andante es busca de aventuras, en el eterno amante que muere junto a su amada, en un monstruo que busca venganza contra su creador, en un conejo blanco quizá, en el habitante del asteroide B 612, en un princesa con una malvada madrastra o en una de las tantas amantes de Florentino Ariza.
A veces, en el mismo día podía convertirse en un príncipe valiente que pelea para rescatar al amor de su vida y luego ser el pobre hombre que se transforma en una cucaracha.
El hombre viajaba entre mundos, entre el tiempo y el espacio. Había conocido el espacio, y también el centro de la tierra. Había estado en lugares que ni siquiera el hombre mas rico del planeta podría llegar a conocer.
Y si algún día moría, si su cuerpo, el de carne y hueso, el que tomaba los libros que el tanto amaba y que tanto le ofrecían ¿Que mas daba? Viviría para siempre en los cuentos que sobre él ya se contaban.
Los narradores mas osados, comentaban que el hombre envejecía mas lento que la gente común. ¿Como? Magia, tal vez, un embrujo vudú, devoraba el alma de bebes. Nadie creía estas sandeces, pero es cierto que él siempre estaba.
La verdadera historia detrás de ese hombre eterno, se esconde tras los libros que posee, historias que jamas mueren, y por supuesto, una pizca de magia, como en todo cuento.
El hombre leía y leía, y por horas, semanas o días, se convertía es un viejo caballero andante es busca de aventuras, en el eterno amante que muere junto a su amada, en un monstruo que busca venganza contra su creador, en un conejo blanco quizá, en el habitante del asteroide B 612, en un princesa con una malvada madrastra o en una de las tantas amantes de Florentino Ariza.
A veces, en el mismo día podía convertirse en un príncipe valiente que pelea para rescatar al amor de su vida y luego ser el pobre hombre que se transforma en una cucaracha.
El hombre viajaba entre mundos, entre el tiempo y el espacio. Había conocido el espacio, y también el centro de la tierra. Había estado en lugares que ni siquiera el hombre mas rico del planeta podría llegar a conocer.
Y si algún día moría, si su cuerpo, el de carne y hueso, el que tomaba los libros que el tanto amaba y que tanto le ofrecían ¿Que mas daba? Viviría para siempre en los cuentos que sobre él ya se contaban.
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