A menudo los actores de cine deben fumar cuando no fuman, beber cuando son abstemios, e incluso usar gafas de enorme graduación cuando en realidad tienen vista de lince. De pequeño siempre me quedaba bloqueado en este detalle. Porque mis padres siempre me habían advertido de que usar las gafas graduadas para otra persona acomodaba tus ojos a dicha graduación, y siempre quedarías necesitado de usarlas. Es decir: llevar gafas cuando no toca te estropeaba la vista de forma irreversible.
Ese miedo infantil me ha alejado siempre de las gafas. A pesar de que me gustaría llevar unas, dadas mis inclinaciones por la lectura (así realmente daría la imagen de ratón de biblioteca), siempre he tenido una vista estupenda. Si me he puesto gafas ha sido exclusivamente sin lentes. Y si llevaba lentes, entonces no las usaba más de unos minutos, por si acaso. Sin embargo, todos estos miedos eran básicamente infundados.
Tal y como lo explica Ken Jennings en su libro Manual para padres quisquillosos:
Llevar unas gafas con una graduación que no es correcta durante periodos largos de tiempo puede conducir a fatiga ocular y a dolores de cabeza, según la Academia Americana de Oftalmología. La vista cansada la causan los músculos oculares, que deben trabajar de otra manera para poder enforcar. El dolor de cabeza se debe sobre todo a que el cerebro y el oído interno se confunden por los estímulos visuales distorsionados que intentan procesar. (…) Pero estos trastornos temporales remitirán tan pronto como te quites esas gafas inadecuadas.
Sí que hay que tener más cuidado con los menores de ocho años, que si usan gafas con lentes inadecuadas podrían desarrollar lo que se conoce como ambliopía u "ojo vago". Pero sólo si las llevan permanentemente.
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