A estas alturas de la crisis financiera actual parece imposible negar la (mala) influencia que han tenido las autoridades monetarias en el desencadenamiento y prolongación de la misma. Por un lado, los bancos centrales han dado comienzo a la crisis mediante la manipulación arbitraria de los tipos de interés, y por otro, no han permitido que los procesos de mercado depuren y eliminan las malas prácticas bancarias que llevaron a cabo, como veremos a continuación.
El principal motivo de la persistencia de estas malas prácticas bancarias es la posibilidad de recibir continua financiación de los bancos centrales. Esto es así porque los bancos centrales actúan como prestamistas de última instancia de los bancos comerciales y otras instituciones financieras. La justificación de esta función es proveer liquidez a los bancos en problemas para impedir el contagio entre bancos y evitar los pánicos bancarios generalizados. De esta manera, se dice, se frenarían las crisis sistémicas en el sector bancario.
Ya durante los años 90 las intervenciones de los bancos centrales con el objeto de evitar la quiebra de entidades financieras y garantizar la estabilidad del sistema financiero se multiplicaron. Pero en cualquier caso, los fenómenos acontecidos en la crisis actual han dejado patente la total incapacidad de los bancos centrales (y los gobiernos) de hacer frente a la crisis financiera generalizada.
La intervención de los bancos centrales en este sentido dificulta e impide la depuración de errores que se llevaría a cabo dejando actuar a los procesos de mercado. Y es que los bancos comerciales incurren en riesgos excesivos ya que esperan y confían ser rescatados por el Banco Central en caso de necesidad. Y este 'riesgo moral' se refiere tanto a los bancos como a los depositantes, ya que ambos tomarán más riesgos de los que asumirían en caso de no existir la posibilidad de ser rescatados en situaciones adversas por parte del Banco Central.
Desde luego, no parece muy conveniente ayudar a los bancos cuyos problemas surgieron de una conducta poco prudente. Si un banco tiene problemas de liquidez, debe acudir al interbancario (que no deja de ser un seguro del mercado). Un banco claramente solvente que experimenta problemas de liquidez puede obtener créditos en el mercado interbancario. De ahí deducimos que si un banco no consigue créditos en el interbancario, significa que no solamente es ilíquido, sino que además es insolvente.
Pues bien, curiosamente, la función del prestamista de última instancia es apoyar a los bancos que se encuentran en esta situación de clara insolvencia, es decir, ¡su función es prestar a quienes nadie más quiere prestar! Y evidentemente el Banco Central se enfrentará a pérdidas, ya que es poco probable que preste contra activos de buena calidad.
Sencillamente, los bancos insolventes que no conseguirían créditos deberían tender a desaparecer. Y es que las quiebras son un punto principal en el funcionamiento de una economía de libre mercado. Cuando un banco se encuentra en el proceso de quiebra, los activos que están en posesión del deudor deberían ser repartidos entre sus acreedores. Si finalmente el banco llega a la fase final del proceso de quiebra significa que ha fracasado en el mercado, es decir, que el banco no es capaz de encontrar proyectos capaces de conseguir financiamiento ni créditos para saldar sus deudas.
Este es el único mecanismo para que los individuos no corran más riesgos en sus actividades económicas y las malas prácticas se depuren o eliminen. Si este mecanismo de cierre/quiebra se dificulta o se bloquea por parte del Estado, continuarán existiendo estas bancos ineficientes en el aparato productivo de la sociedad, y se incentivaría el otorgamiento temerario de créditos a la vez que se fomentarían nuevas crisis financieras.
Si se eliminasen los préstamos y rescates bancarios por parte de los bancos centrales y los gobiernos, los bancos actuarían de forma más prudente y responsable, porque en un mercado libre con competencia (valga la redundancia) sería importante ofrecer garantías. Veamos los casos de las reservas y los riesgos de incumplimiento de pagos.
Las reservas. El negocio de las entidades de crédito reside en prestar lo que reciben cobrando intereses. En este sentido, les interesaría prestar todos los depósitos que reciben, ya que el mantener reservas no genera ingresos. Sin embargo, deben tener reservas para hacer frente a posibles retiros de los depositantes.
Si las autoridades monetarias no acudiesen en su ayuda con préstamos masivos, los bancos se asegurarían de tener el efectivo suficiente para pagar a sus depositantes en caso de darse un retiro de depósitos, ya que de no ser así se enfrentarían a la posibilidad de cerrar o tener que pagar los costes asociados al retiro inesperado de depósitos. Estos costes vendrían de tener que cancelar créditos, vender una parte de sus valores privados, vender préstamos o pedir prestado a otros bancos (o instituciones).
Riesgos de incumplimiento de pagos. En ausencia de bancos centrales, los bancos seguirían tratando de encontrar clientes que pagasen tasas de interés altas, pero prestarían mucha atención en que fuese improbable que fallasen en el cumplimiento de sus pagos. Se minimizaría el riesgo de incumplimiento ya que se adquirirían activos seguros. Teóricamente esto podría pasar sin banco central, pero se reduciría drásticamente. Se vigilaría mucho más a quién se le concede un préstamo.
La intervención monetaria directa e indirecta de las autoridades monetarias en los mercados financieros ha propiciado la actual crisis económica. Directamente, mediante la manipulación de los tipos de interés. Indirectamente, fomentando las malas prácticas bancarias y evitando su depuración. La supresión de las intervenciones monetarias por parte de los bancos centrales, así como la eliminación de los privilegios públicos que los gobiernos dan a las entidades de crédito, constituyen un requisito imprescindible para disminuir el número e intensidad de las crisis financieras y conseguir una estabilidad en el sistema financiero internacional.
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