martes, 3 de septiembre de 2013

Omiako Rusia






la zona habitada más fría de nuestro planeta tierra, donde hablar de calentamiento global suena a chiste de mal gusto.




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Este sitio "irreal" en nuestro planeta se encuentra en Rusia, en la región Siberiana de Kolimá, a las orillas del río Indiguirka que nunca se congela debido a la afluencia de aguas termales en la zona. De hecho el nombre de Oimiakón en idioma yakuto significa precisamente "agua que no se congela".

Para hacernos una idea de lo remoto que es este lugar, deberíamos viajar casi nueve mil kilómetros en avión desde la capital para llegar a este territorio.


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La carretera M-56 es la encargada de llevarnos en coche hasta la misma aldea tras dos mil kilómetros de solitario, extenso y duro recorrido. Miles de presos prisioneros de los gulags a las órdenes de Stalin murieron durante la construcción de esta autopista entre 1932 y 1953 y fueron enterrados bajo la misma calzada. De aquí que se conozca como la "carretera de los huesos".



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Una vez llegados a Oimiakon nos encontramos con una humilde aldea que no llega al medio millar de habitantes y en la cual, debido a la situación estratégica en un valle en medio de dos cadenas montañosas, el viento no sopla y se produce el fenómeno de la inversión térmica que hace que el aire frío de las alturas caiga por gravedad.

Dado este fenómeno, esta pequeña aldea cuenta con las temperaturas más gélidas de nuestro planeta que han llegado a registrar valores de 71 °C bajo cero. En los nueve meses que dura el invierno, enero y febrero se perciben como los más fríos, dónde las temperaturas máximas no han superado nunca los 16 °C bajo cero.


Omiako Rusia


Por lo contrario, en los meses de verano el calor también visita la gélida ciudad y no es extraño experimentar temperaturas de 30 °C con lo que estamos ante una zona dónde la amplitud térmica supera ampliamente los 100 °C.

La vida en Oimiakon es muy diferente a la que estamos acostumbrados y está exenta de comodidades y tecnologías como internet, que podría considerarse aún un asunto de ciencia ficción.

Las clases de los niños se suspenden cuando hay menos de 50 °C bajo cero, los peces del río se congelan a los treinta segundos de ser pescados, los frigoríficos no existen en esta aldea y los productos se almacenan en sótanos, las vacas deben ir protegidas con ropas especiales para que no se les congele la leche, los coches no pueden quedarse parados y se deben de guardar en garajes climatizados.

Pero ante todas estas dificultades, sus aldeanos son felices de vivir en este paraíso blanco, tranquilo y único, en un mundo digno de ser descrito en las más brillantes novelas de fantasía.

Además, el frío intenso −como aseguran sus ciudadanos− les alarga la vida muchos años y no es extraño encontrar quienes superan los cien años de vida.

Gracias al trabajo y las expediciones de Serguéi Óbruchev, un famoso geólogo y escritor soviético, Oimiakon se dio a conocer al mundo y ha sido considerado el lugar más frío del planeta Tierra.

Serguéi Óbruchev obsevo un extraño y peculiar fenómeno que experimentó por primera vez en Oimiakon.

Y es que en los años veintes, cuando exploraba las orillas del río Indigirka, se percató de que un extraño ruido como de ramas de árbol quebradizas le perseguía.

Tras mucho pensar en las razones de ese suceso, descubrió que ese ruido especial era el sonido de su propia respiración congelada. Un ronroneo que solo se experimenta cuando las temperaturas caen por debajo de los 50 °C bajo cero.

Para los que quieran conocer esta interesante y extrema zona, desde 2007 existe un pequeño hotel que alberga a los turistas amantes del frío extremo.



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