"LO MEJOR DE METER GOLES ES QUE MI VIEJA ME HACE MILANESAS"
Correa, la nueva joya del Ciclón, cuenta el sabor de este presente de ensueño. Conocé al chicode 17 años que perdió a su papá y a su hermano, que ya fue seguido por el Real Madrid y que idolatra a Romagnoli.
Angelito pegó el estirón de golpe, pasó de jugar picados por plata en los potreros de Rosario a ser figura de la Primera de San Lorenzo, a hacerle golazos a Boca, a Argentinos y a Independiente. Sufrió la muerte de su papá y de su hermano cuando recién se adaptaba a la vida en Buenos Aires, pero hoy sí tiene motivos para sonreír, contar que sólo piensa en el futuro, pero sin dejar de gozar este presente. "Viví muchos momentos malos, pero ahora estoy abocado a mi carrera y a darle lo mejor al equipo. Y como las cosas me están saliendo bien, también disfruto del resto", se suelta Angel Correa, el púber de 17 años que fue seguido por el Real Madrid pero se quedó a romperla en Boedo.
-Estás en el club desde que eras muy chico.
-Sí, me vine de Rosario cuando tenía 12 años. Estuve en la pensión, viví ahí cuatro años, hasta que me pude ir a un departamento junto con mi familia.
-¿Costó la adaptación? -Fue muy difícil porque iba muy de vez en cuando a mi casa en Santa Fe. Estaba únicamente con los chicos de la pensión, remándola para conseguir esto: llegar a jugar en la Primera y ser un jugador profesional.
-O sea que los pibes del plantel fueron casi como tu segunda familia.
-Sí, Leo Navarro es como un hermano para mí, lo mismo que Tito (Villalba) y el Tucu (Contreras). Con ellos pasamos muchos momentos, y estar jugando en un club grande juntos es algo hermoso para mí.
-¿Y cómo lo pasaban en la pensión? -Bien y mal. Vivimos muchas cosas. Momentos de mucha tristeza, pero también otros de gran alegría.
-¿Hubo muchos malos? -Cuando yo me vine a Buenos Aires sufrí la pérdida de mi hermano. Y los chicos, como compañeros, estuvieron siempre. Les debo mucho a ellos.
-¿Pensaste en volverte a tu casa de Rosario? -Sí, muchas veces tenía ese problema cuando estaba en Inferiores y me volvía a mi casa. Muchos lo saben acá en el club. Más que nada era por eso, no porque no quería jugar.
-¿Y el club te bancó? -Y, cuando volvía me comía una cagada a pedos, y a veces no me dejaban jugar en mi categoría. Pero yo siempre quería jugar. Siempre quiero jugar, bah.
-¿Esas circunstancias te dan más ganas para salir a la cancha? -Sí, siempre pienso en todo eso. Más que nada en mi viejo. El día que metí el gol contra Boca, justo era su cumpleaños. Mi papá falleció cuando yo tenía diez años. Me acuerdo de él y de mi hermano, de todas las cosas que viví.
-Eras muy pibe...
-Cuando fue lo de mi hermano todavía no estaba en San Lorenzo. Y después necesitaba mucho el apoyo de mi papá. Por suerte tuve a mi vieja, Marcela, que es una genia y estuvo conmigo siempre.
-¿Y qué siente cuando te ve jugar en la Primera? -No lo puede creer, yo tampoco caigo. A principio de año estaba jugando en Reserva, y así de golpe llegué al plantel.
El día que hice el gol contra Boca, que fue el primero, era la primera vez que me venían a ver a la cancha. Lo mejor de meter goles es que mi vieja me hace milanesas, je. Es mi comida favorita. Además me ve bien, feliz. Me siento cómodo, con el respaldo de mis compañeros y la confianza que me brinda el entrenador.
-¿Hablás con el Pipi? El siempre te elogió.
-Es un orgullo compartir un grupo con él. El es mi ídolo. Fui alcanzapelotas cuando llegué a la pensión, y siempre venía para verlo. Estar al lado de mi ídolo es un orgullo enorme. Concentré con él una vez, y me decía que jugara tranquilo, que me apoyaba a muerte.
-¿Querés ser como él? -Ojalá se me dé. Sería el sueño de mi vida.
Angelito pegó el estirón de golpe, pasó de jugar picados por plata en los potreros de Rosario a ser figura de la Primera de San Lorenzo, a hacerle golazos a Boca, a Argentinos y a Independiente. Sufrió la muerte de su papá y de su hermano cuando recién se adaptaba a la vida en Buenos Aires, pero hoy sí tiene motivos para sonreír, contar que sólo piensa en el futuro, pero sin dejar de gozar este presente. "Viví muchos momentos malos, pero ahora estoy abocado a mi carrera y a darle lo mejor al equipo. Y como las cosas me están saliendo bien, también disfruto del resto", se suelta Angel Correa, el púber de 17 años que fue seguido por el Real Madrid pero se quedó a romperla en Boedo.
-Estás en el club desde que eras muy chico.
-Sí, me vine de Rosario cuando tenía 12 años. Estuve en la pensión, viví ahí cuatro años, hasta que me pude ir a un departamento junto con mi familia.
-¿Costó la adaptación? -Fue muy difícil porque iba muy de vez en cuando a mi casa en Santa Fe. Estaba únicamente con los chicos de la pensión, remándola para conseguir esto: llegar a jugar en la Primera y ser un jugador profesional.
-O sea que los pibes del plantel fueron casi como tu segunda familia.
-Sí, Leo Navarro es como un hermano para mí, lo mismo que Tito (Villalba) y el Tucu (Contreras). Con ellos pasamos muchos momentos, y estar jugando en un club grande juntos es algo hermoso para mí.
-¿Y cómo lo pasaban en la pensión? -Bien y mal. Vivimos muchas cosas. Momentos de mucha tristeza, pero también otros de gran alegría.
-¿Hubo muchos malos? -Cuando yo me vine a Buenos Aires sufrí la pérdida de mi hermano. Y los chicos, como compañeros, estuvieron siempre. Les debo mucho a ellos.
-¿Pensaste en volverte a tu casa de Rosario? -Sí, muchas veces tenía ese problema cuando estaba en Inferiores y me volvía a mi casa. Muchos lo saben acá en el club. Más que nada era por eso, no porque no quería jugar.
-¿Y el club te bancó? -Y, cuando volvía me comía una cagada a pedos, y a veces no me dejaban jugar en mi categoría. Pero yo siempre quería jugar. Siempre quiero jugar, bah.
-¿Esas circunstancias te dan más ganas para salir a la cancha? -Sí, siempre pienso en todo eso. Más que nada en mi viejo. El día que metí el gol contra Boca, justo era su cumpleaños. Mi papá falleció cuando yo tenía diez años. Me acuerdo de él y de mi hermano, de todas las cosas que viví.
-Eras muy pibe...
-Cuando fue lo de mi hermano todavía no estaba en San Lorenzo. Y después necesitaba mucho el apoyo de mi papá. Por suerte tuve a mi vieja, Marcela, que es una genia y estuvo conmigo siempre.
-¿Y qué siente cuando te ve jugar en la Primera? -No lo puede creer, yo tampoco caigo. A principio de año estaba jugando en Reserva, y así de golpe llegué al plantel.
El día que hice el gol contra Boca, que fue el primero, era la primera vez que me venían a ver a la cancha. Lo mejor de meter goles es que mi vieja me hace milanesas, je. Es mi comida favorita. Además me ve bien, feliz. Me siento cómodo, con el respaldo de mis compañeros y la confianza que me brinda el entrenador.
-¿Hablás con el Pipi? El siempre te elogió.
-Es un orgullo compartir un grupo con él. El es mi ídolo. Fui alcanzapelotas cuando llegué a la pensión, y siempre venía para verlo. Estar al lado de mi ídolo es un orgullo enorme. Concentré con él una vez, y me decía que jugara tranquilo, que me apoyaba a muerte.
-¿Querés ser como él? -Ojalá se me dé. Sería el sueño de mi vida.
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