domingo, 25 de agosto de 2013



Los holandeses que atacaron la ciudad dirigidos por el vice-almirante Van der Doez en 1599, fueron tomados por ingleses. En febrero de ese año se habían cerrado finalmente los puertos a los holandeses, prohibiendo así todo comercio con éstos. La respuesta de Holanda fue la preparar una flota y enviarla a atacar los puertos y dominios españoles en ultramar. A finales de mayo de 1599 partieron setenta y tres navíos, a la que más tarde se unió otro gran barco de guerra. Hicieron escala en Plymouth y pasaron ante las costas de Galicia; después siguieron hacia el sur...
Los Holandeses en La Isleta:
La armada, con unos diez mil hombres, llegó a Gran Canaria el 25 de junio, amaneciendo al día siguiente en la bahía de las Isletas. Los isleños vieron una columna de humo que salía de las colinas de La Isleta y comenzaron a prepararse para la defensa. La estrategia escogida fue la que había logrado vencer a los ingleses: defender el puerto desde las dunas del estrechamiento de La Isleta, en las trincheras de Santa Catalina (por la actual playa de las Alcaravaneras). Los 74 navíos holandeses se habían situado en posición de combate, con unas 150 lanchas de desembarco preparadas para el ataque. Esa mañana hubo un intenso cañoneo entre el castillo de la Luz y los barcos holandeses, varios de los cuales sufrieron grandes daños. El fuego holandés se concentró en el castillo de la Luz, lo que intimidó a su alcaide, quien ordenó cesar el ataque contra el enemigo. Los holandeses pudieron así acercarse más a tierra y batir la costa con sus cañones. A media mañana los holandeses subieron a las lanchas e intentaron tomar tierra en el desembarcadero del puerto, situado a la altura de las actuales calles de Gran Canaria. Pero los isleños, junto con su pequeña artillería y lo cañonazos disparados desde el castillo de la Luz impidieron el desembarco. Los holandeses volvieron al ataque, cañoneando la costa de nuevo. Intentaron desembarcar, esta vez en la cala de Santa Catalina (ahora playa de las Alcaravaneras) que estaba muy bien defendida y de nuevo fracasaron en el intento. Luego lo intentaron en la misma playa, pero más al norte; después en el desembarcadero. Finalmente los holandeses consiguieron desembarcar por una zona de difícil acceso por mar (entre las actuales calles Luis Morote y Gomera) y que los canarios, por tanto, no habían preparado para su defensa. Los isleños corrieron a combatir la invasión pero no pudieron vencer contra la superioridad numérica de los holandeses. El gobernador quedó, además, malherido y tuvo que ser substituido en los combates siguientes.
Ataque a Las Palmas:
Los isleños se retiraron hacia la ciudad, preparando su defensa, llamando a todos los hombres disponibles para su defensa y colocando los cañones que habían podido rescatar del puerto. Los ancianos, las mujeres y los niños abandonaron la ciudad y se refugiaron en la Vega (de Santa Brígida) llevándose todo los objetos de valor que pudieran transportar. Al anochecer (el mismo 26 de junio), los holandeses avanzaron hacia Las Palmas. Los cañonazos disparados desde la fortaleza de Santa Ana les obligaron a retroceder, terminando el combate al caer la noche. Los holandeses continuaron el asedio al día siguiente, domingo 27 de junio. La defensa de Las Palmas se centró en la muralla de Triana, en el torreón de Santa Ana y en el cerro de San Francisco. Los atacantes se atrincheraron, por su parte, en los arenales al norte de la ciudad, trayendo cañones para atacar la muralla de la ciudad. Al día siguiente, lunes, los holandeses tomaron todos los cañones que pudieron (incluyendo los capturados del castillo de la Luz y los colocaron tras algunos edificios por fuera de la muralla, atacando al cerro de San Francisco y la fortaleza de Santa Ana. Hacia la una de la tarde los isleños tuvieron que abandonar la ciudad y marcharse a la Vega de Santa Brígida.
Guerrilla en el Monte:
Los canarios decidieron formar pequeños grupos de milicianos que molestarían a los holandeses con tácticas guerrilleras. El martes por la tarde los holandeses enviaron una primera expedición militar a la Vega, que fracasó sufriendo unas veinte bajas. Van der Doez amenazó entonces con quemar la ciudad y los campos de la isla y pasar a cuchillo a todos los canarios; pidiendo un rescate de 400.000 ducados de oro que los isleños se negaban a pagar. Pero los canarios tenían noticias de que la flota de Nueva España, de camino a América, pasaba cerca por lo que decidieron fingir una negociación del pago del rescate, distrayendo así a los holandeses. Van der Doez lanzó un ultimátum: deberían pagar el rescate antes del 2 de julio. Así, en la mañana del sábado 3 de julio de 1599 unos cuatro mil soldados holandeses avanzaron hacia la Vega. Hacía calor era un día con calima** y los canarios había cortado las acequias, por lo que los holandeses no las llevaban todas consigo. Grupos de canarios atrajeron a las tropas holandesas hacia el interior del Monte Lentiscal (entonces un bosque de lentiscos, mocanes y acebuches). Finalmente los defensores se lanzaron al ataque, dejando ver sus banderas varias veces y dando largos redoble de tambor, aparentando así un ejército mayor. Las tropas de la Vega lideraron el ataque, venciendo por fin a los invasores. Éstos tuvieron grandes bajas, sobre todo en la aún llamada Cruz del Inglés. Esa tarde los holandeses, de vuelta en Las Palmas, saquearon la ciudad. Al día siguiente prendieron fuego a bastantes edificios, hasta que se vieron obligados a regresar a sus naves. Se estima que en total sufrieron unas 800 bajas. Los canarios que retomaban la ciudad se apresuraron a apagar los fuegos pero en muchos casos era demasiado tarde.
La Playa:
La Armada holandesa permaneció cuatro días más en la bahía de la Luz. Finalmente, en las primeras horas del día 8 de julio abandonaron el puerto. Hicieron una escala técnica en Maspalomas (en la llamada, desde entonces, Playa del Inglés), donde enterraron los últimos muertos. La flota partió entonces hacia el Caribe para atacar a las colonias españolas de la zona. Allí murieron Van der Doez y muchos de los combatientes holandeses. Más tarde, pero no sé cuando, la villa de Santa Brígida (dónde vivo) adoptó el lema Por la Patria y por la Fe Vencimos al Holandés que hoy se encuentra escrito en letras muy floridas dentro del restaurante chino del pueblo. ¡Holandeses errantes, cuidadín!

Does en la caleta de San Marcos (1596):
En tiempos de la conquista venían a refugiarse en ella los navegantes en días de tormenta. Ratifica esta información lo que sucedió en 1590, cuando el primer gobernador y capitán general de Canarias y presidente de su Real Audiencia, don Luis de la Cueva y Benavides, escogió esta caleta para construir seis fragatas para organizar una escuadra regional que asegurase la independencia de las islas, facilitase el tráfico entre las mismas y contribuyese a la lucha contra los piratas que las asolaban. El general Benavides estuvo en Icod, bajó a la playa de San Marcos e inspeccionó la construcción, en los astilleros allí existentes, de las fragatas, que realizaban los soldados de las tres compañías de Icod, utilizando maderas cortadas en el bosque que existía en las proximidades de la ermita del Amparo, lugar que en mi niñez se conocía como Corte de las naos... El célebre almirante holandés Van der Does quiso, en 1596, apoderarse de tres navíos cargados de mercancías que se habían refugiado en la caleta de San Marcos de Icod. La resistencia que opusieron los soldados de las compañías de Icod y los tripulantes de los tres barcos fondeados en la bahía , dando muestras de certera puntería y gran arrojo, obligó al almirante-pirata holandés a retirarse. No correría igual suerte Las Palmas de Gran Canaria tres años después.

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