martes, 13 de agosto de 2013


Vivimos ahora una época en que el Internet y las redes sociales están conmocionando gobiernos, monarquías y dictaduras. Ahí tenemos los casos de Wikileaks, Túnez y el más reciente de Egipto.

Los medios de comunicación libres siempre son necesarios en una sociedad, aunque no todas han tenido –ni tienen- ese privilegio. Una sociedad debidamente informada es más libre, se nutre de las demás culturas y aporta de la suya. Aún así, ha habido algunas que han sabido manejarse bien a pesar de las restricciones o carencias informativas, y hasta se ha dado el caso que ha llegado a ser perjudicial la apertura mediática cuando ésta se ha dado de la noche a la mañana, cuando se han dado cuenta que "su mundo", el que conocían, no era el único que existía. Eso fue precisamente lo que le pasó al Reino de Bután, aquí la historia.

Ubicación geográfica de Bután

Bután es un pequeño país enclavado en plena cordillera del Himalaya, montañoso, sin salida al mar, ubicado entre China y la India. Este pequeño país budista del tamaño de Suiza y que no llega ni al millón de habitantes, fue hasta hace poco tiempo uno de los lugares más aislados del mundo. El ingreso de extranjeros estuvo prohibido hasta 1980, pero algunos mandatarios de otros países lo habían visitado siempre con permiso del Rey y de manera muy restringida. Cuando decidieron abrir sus puertas y observando los efectos negativos que habían causado al medio ambiente los turistas en el vecino Nepal, decidieron limitar su entrada. Establecieron un número restringido de visados anuales e impusieron una tasa económica –actualmente $ 220- para ingresar, lo que lo ha convertido en un destino de minorías. Para tales efectos, en 1983 Bután inauguraba su primer y hasta ahora único aeropuerto en las afueras de la ciudad de Paro.


En este curioso estado, el único en el mundo que no cuenta con semáforos ni cajeros automáticos, la mayoría de habitantes carece de apellidos ya que ese es un privilegio reservado sólo para la familia real. A los niños se les ponen nombres –dos o tres- que nada tienen que ver con los de los padres, y que además, se usan indiferentemente para hombres y para mujeres.
Aquí las mujeres tradicionalmente siempre han tenido más derechos que los hombres, de hecho, ellas son las propietarias de las tierras y son ellos quienes realizan las tareas domésticas y elaboran los trajes tradicionales.



En el año de 1999, el soberano de Bután, Jigme Singye Wangchuck, más conocido como el Cuarto Rey Dragón, levantó la prohibición que pesaba sobre la televisión y el Internet, convirtiéndose así en el último país en introducir la televisión. Además de éste propició numerosos cambios, abolió la ley que penaba como delito el mirar directamente a los ojos al monarca y redujo las nueve reverencias obligatorias a una sola.

La idea del Rey era preparar a su pueblo para una apertura gradual al exterior, pero sin alterar sus raíces ni costumbres, es por eso que hasta ahora por ley, todo el mundo debe vestir con la indumentaria tradicional que se estila desde el siglo XIV.
Pero su mayor desafío y algo que lo hizo muy conocido en el mundo occidental, fue su propuesta de buscar la
Felicidad Interior Bruta (FIB)
en contraposición al Producto Interno Bruto (PIB), entendiendo el sistema como un todo y partiendo de que valores subjetivos como el bienestar y la felicidad son más importantes que valores objetivos como el consumo, algo fuertemente defendido por quienes tienen raíces budistas y rechazan el desarrollo occidental si no aporta perfeccionamiento emocional y espiritual.

Pero como les contaba, en 1999 el rey decidió regalar a su pueblo una nueva ventana al mundo, la televisión, pero nunca se imaginó los dramáticos cambios sociales que podrían producirse en gente que ni siquiera estaba acostumbrada a ver turistas.
Ahora, después de más de una década parece no haber sido tan buena idea abrirle de golpe los ojos al mundo a un pueblo inocente y sano como el de Bután. Las estadísticas oficiales muestran que el crimen, el alcoholismo, la violencia y los embarazos no deseados entre los adolescentes han aumentado después de la llegada de la televisión.
La delincuencia sigue siendo insignificante comparada con una gran ciudad europea, pero cada vez más padres tienen que ir a las comisarías a buscar a sus hijos que han sido sorprendidos robando cosas que antes jamás habían deseado y que la tele ha convertido en necesarias: desde el último celular hasta la camiseta de un jugador de la liga inglesa.
Aquel vestuario típico -el batín (gho) de los hombres, la falda larga (kira) de las mujeres- que todavía le dan al país ese ambiente de reino medieval anclado en el pasado, está siendo sustituido por los jóvenes cada vez con mayor frecuencia por jeans y minifaldas para asistir los fines de semana las discotecas. Y es que la capital, Thimphu, se llenó de negocios de diversión nocturna debido a una población extremadamente joven, ya que el 70% de los habitantes es menor de edad, jóvenes que están creciendo al ritmo de los raperos de MTV.

La mayoría de padres están preocupados por sus hijos, aunque no saben cómo hacer frente a una realidad que ellos no vivieron ni disfrutaron. Por ejemplo, en Bután durante décadas se ha utilizado la marihuana para alimentar a los cerdos porque les abre el apetito y engordan, pero ahora los jóvenes se la fuman, a pesar de que está prohibido fumar. De hecho, Bután es el único país del mundo donde el tabaco está completamente prohibido.
Los cambios culturales aunque de a poco, son significativos; aquella imagen de la mujer fuerte y trabajadora, rubicunda y vigorosa ancestralmente reverenciada y respetada, ahora es considerada fea mientras las chicas jóvenes acuden a los nuevos centros de belleza que les ofrecen una espigada figura occidental.



A pesar de todo este fenómeno cultural, en 2007 Butan fue la segunda economía de más rápido crecimiento en el mundo. La educación, gratuita y en inglés, llega a todos los rincones del país. En un estudio realizado en 2005, el 45% de los butaneses declaró sentirse "muy feliz", el 52% reportó sentirse "feliz" y sólo el 3% dijo no ser feliz.

Quizá apesadumbrado por el inesperado rumbo que tomó la situación, el Rey decidió democratizar su reino, eliminar todos los poderes reales y acogerse a una nueva Constitución. Para poder hacer frente al nuevo estilo de gobierno, un comité especial estudió más de 100 constituciones extranjeras. Después se quedaron con una veintena. Entre ellas, una les inspiró especialmente: la española, ya que cuenta con una monarquía constitucional.
Entregaron un borrador después de 10 meses, que se colgó en Internet para que lo vieran los ciudadanos y el mundo exterior. Recibieron y fueron bienvenidos comentarios de todo el mundo, de intelectuales, universidades, organizaciones de derechos humanos. Estudiaron todo eso, hicieron otro borrador y éste se distribuyó al pueblo.

El 24 de marzo de 2008 se celebraron las elecciones parlamentarias y el 18 de julio se aprobó una Carta Magna en la que no existe la pena de muerte y cuyo artículo 9.2 establece: "El Estado se esforzará en promover las condiciones que permitan la consecución de la felicidad interior bruta".
Después de todas estas reformas, el cuarto Rey Dragón abdicó al trono en favor de su hijo Jigme Khesar Wangchuck de 25 años, aunque claro, este traspaso era ahora solamente un acto simbólico.

«La monarquía no es el mejor sistema de Gobierno. Tiene muchos fallos», dijo el Rey saliente, abrazando un mensaje republicano que resonó en los palacios monárquicos de todo el mundo. «No es justo que la suerte, que el futuro de un pueblo, dependa de tener en el trono a un heredero capaz o incapaz de gobernar».

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